![]() |
Ilustración de Islandmountain. |
Cuando salí del maletero, una neblina no me dejaba ver más allá de mi nariz. Me dolían las canillas de tanto patear, así que apenas avanzaba tratando de guiarme por las voces, lo que resultó inútil: cada vez que creía estar llegando a alguien, al momento escuchaba su voz aún más lejana. Mis gritos tampoco tuvieron mayor éxito. La niebla era tan espesa que casi podías tomarla en puñados. Tangible al punto que, en el momento en que se abrió una brecha, fue como si en realidad hubiesen descorrido una cortina. Tras ella surgió un silencio que entonces me pareció tranquilizador. El esquivo escándalo que me rodeaba parecía haberse sofocado por ese almohadón de humedad que, al rasgarse, hizo visible la figura de la Domitila.