martes, 27 de agosto de 2013

"Yo Soy Arkham" en Chile del Terror. Relato en tributo a H.P. Lovecraft

Ilustración por Alex Olivares

El clamor de la gente hace vibrar las ventanas de mi habitación. Puedo sentir su odio atravesar la madera de las paredes y llegar hasta mi escritorio. Todo haría pensar que preferirían estar aprovechando los últimos momentos con sus seres queridos pero no: han elegido tomar al chivo expiatorio para aplacar su frustración ante el inminente fin del mundo.

Que esté escribiendo estas líneas puede parecer tan absurdo como la actitud de la multitud enardecida, pero la verdad, no tengo ser querido alguno a quien abrazar.  Soy el último de mi familia, un linaje de alta alcurnia que —debo reconocer con dolor— conmigo ha llegado a un triste fin. Lo único que me queda es la nutrida biblioteca de mi fallecido abuelo, y esta pila de manuscritos que me han llevado a mí y al resto del mundo a la perdición.

Tal vez se haya cruzado en su camino alguno de mis relatos, editados en cierta revista de ficciones más bien hipermasculinizadas, cuyas portadas difícilmente evocan mi prosa o la de mis compañeros y corresponsales de El Círculo. Las ilustraciones de esta publicación podrían sugerirle una cruza entre las aventuras de Julio Verne con La Venus de von Sacher-Masoch.

Sembrada la simiente de las ciencias de civilizaciones antiguas, su imaginería, su mitología, su cosmovisión en general, desde los libros empolvados compartidos con mi abuelo y que recibí como herencia; regado con los nuevos conocimientos de este siglo. Es esta iluminación la que aún deja un atisbo de mi ser en esta era. El resto de mi esencia pertenece al pasado, a los años que ya no volverán, pero que han hendido a la humanidad con sus delicados colmillos.

Mis inicios —debo admitir— fueron de una emulación ahora noto vergonzosa, de mis influencias más patentes. Poe, Dunsay, por supuesto Blackwood (caballero que dejó este mundo teniendo una gran opinión de mi obra), marcaban mi estilo, dando espacio a mis prejuicios de hombre de poco mundo con pretensión de lo contrario.

Fue en mis sueños, que para muchos serían horribles pesadillas, donde encontré la verdadera sabia de mis cuentos.

Visiones de mundos indescriptibles para el lenguaje humano. Seres —si es que cabe señalarlos con tal calificación— que desafían las leyes de la física y la cordura. Si quedase tiempo a la realidad, le invitaría a leer mis transcripciones de esas imágenes. Mas solo podré entregar este testimonio.