La campana.
Ese tañido siniestro me recuerda a la campana del río Valdivia que oímos, o creímos escuchar, hace años con la Banda del Puma. Claro que ésta, la que llama a los cadáveres a marchar, tiene un sonido más profundo, como mil gritos agónicos lanzados desde el fondo de un pozo, o al menos así me imagino que sonaría algo tan terrible. Porque no hay duda de que ese grito metálico que me hace vibrar los huesos es un llamado para reunir a los muertos.
No ha vuelto a sonar, excepto en mi cabeza, a cada momento.