jueves, 26 de mayo de 2011

Genocidio

Vincent Price. Ilustración por 
Daniel R. Horne
El mundo haciéndose pedazos ante mis ojos. En mis manos, deshaciéndose como un terrón de azúcar al apretar los dedos, los granos pegajosos se adhieren a la piel, causándome escalofríos de placer y desagrado. Luego el viento sideral se lleva todo vestigio de la existencia de la tierra. Al fin queda el vacío, el silencio, la paz.

Un intenso dolor en la espalda. Humedad de saliva en mi antebrazo. Despierto en el escritorio, regresando a la realidad de los planos, los diagramas, los cálculos. Salgo de un sueño cósmico para caer en uno numérico. El anhelo de mi vida a punto de concretarse.

Tres décadas de trabajo bajo el mando del ejército, ideando armas que le den la supremacía a este país sobre el resto del orbe. Ante mis superiores hincho mi pecho de orgullo por nuestros logros. Dominamos la región, luego el planeta. La mayor potencia deportiva, económica, cultural. Como soporte y protección de esta hegemonía, el máximo poder bélico que pueda ostentar una nación.


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